Llegué a San Felipe Torres Mochas un 29 de septiembre, justo el día de la Fiesta Patronal de San Miguel Arcángel.
El aire olía a feria, a “queso de tuna” y a ese aroma a pólvora que dejan los juegos pirotécnicos.
Desde lejos se escuchaban las bandas de guerra y el repique de campanas, y por las calles se asomaban estandartes, vitrinas con imágenes de San Miguel y familias enteras vestidas para la procesión.
San Felipe, el pueblo donde la fe sigue viva
San Felipe es el municipio más grande de Guanajuato, con más de 2,900 km² de extensión, pero conserva un espíritu profundamente comunitario.
Aquí todos se conocen, todos ayudan, y todos, de una u otra forma, participan en la celebración más importante del año.
Su nombre completo es San Felipe Torres Mochas y tiene una simpática anécdota que se remonta al templo principal que comenzó a construirse en 1641.
Dado que tardaron 243 años en concluir la torre y campanario, el pueblo adoptó con orgullo ese apodo.
Un símbolo perfecto de cómo la fe y la perseverancia pueden seguir en pie, incluso cuando algo queda a medio construir.
Y si te quedaste con la duda, el queso de tuna, no es queso pero es un dulce regional hecho con tuna cardona.
San Miguelito, una devoción que marcha al mismo paso

La Fiesta de San Miguel Arcángel es una de las expresiones más profundas de fe que he visto, se lleva a cabo en la comunidad de la Labor.
Cada septiembre, familias enteras y grupos de distintos barrios de San Felipe se organizan en “milicias” o batallones para rendir homenaje a su santo patrón.
Llegan también peregrinos de otras ciudades: la Tercera División de Querétaro, el Primer Batallón de Torreón, el Segundo de Guadalajara, el Batallón de Monterrey, entre otros.
Todos marchando bajo banderas e imágenes cuidadosamente resguardadas en vitrinas.
Me contaron que esta tradición lleva más de 120 años y ha pasado por seis generaciones.
Dentro de cada batallón hay jerarquías: sargentos, estandarteros, cargadores y bandereros, cada uno con su función dentro de esta estructura que mezcla devoción, respeto y disciplina.
La Milicia del Señor San Miguel reunida en San Felipe

La tradición de imitar la estructura militar nace de la creencia de que San Miguel Arcángel es el jefe de los ejércitos celestiales en la tradición cristiana.
Por eso, estas cofradías se hacen llamar “Milicia del Señor San Miguel”, un grupo de devotos que, simbólicamente, ayudan al arcángel en su lucha contra las fuerzas del mal.
Durante la festividad, las milicias se dividen en grupos que recrean la batalla de moros y cristianos, una representación en la que siempre triunfa el ejército de San Miguel.
También participan en las llamadas “corridas”, donde hombres y mujeres caminan en círculos portando sus estandartes durante horas, cumpliendo promesas o mandas dedicadas a “San Miguelito”.
“Sin él no somos nada”, me dijo Ana María Guadalupe Vázquez, del Batallón Segundo de Guadalajara.
“Me da vida, amo a Cristo y amo la imagen de San Miguel Arcángel”, agregó María de Atocha Padilla, de 78 años, del Batallón de Monterrey, quien ha venido incluso embarazada o enferma, pero siempre con la misma fe.
A la par, el pueblo vibra con el folclor de la feria y el sincretismo de los peregrinos que llenan la iglesia para las misas en honor al santo patrono.
Al tener la oportunidad de platicar con estas personas, entendí que estas peregrinaciones no solo mantienen viva una tradición: mantienen vivo al pueblo.
Gracias a su gente, a esa fe que se hereda, se practica y se celebra sin pretensión, solo con el corazón.
Sabores con alma: el comal de Doña Mago

Si hay algo que se queda conmigo de San Felipe, es el desayuno con Doña Mago.
Mi momento favorito fue sentarme a su mesa con un jarrito de café humeante mientras la veía cocinar con las manos llenas de masa.
El aroma del comal, del chile rojo y del nixtamal abren cualquier apetito y a mí me hacen sentir un apapacho al corazón.
A unos 20 minutos del centro, en Chirimoya, Gto, está su pequeño local con un letrero naranja que dice “Las únicas y originales Gorditas Doña Mago”.
Desde la entrada puede verse el fogón tradicional, las ollas y el humo que sale del comal de barro.
Allí mismo, en lo que parece también su casa, Doña Mago prepara gorditas de nixtamal quebrado a mano, rellenas de carne deshebrada, pollo con mole, arrachera, queso, huevo o bistec.
Lo que las hace especiales es el chile rojo, preparado con ajo, manteca y chiles secos. Cuando le pregunté cuál era su secreto, me contestó con una sonrisa:
“El corazón, eso es lo que hace la diferencia.”
El lugar se llena de locales que llegan por su desayuno habitual. Entre las risas y el vaivén de los comales, pedí un café de olla y una jarra de agua de garambullo, tan tradicional del norte de Guanajuato.
Fue, sin duda, uno de esos momentos en que uno se siente parte del lugar.
Puedes encontrarla como Gorditas “Doña Mago” en Facebook, y créeme, vale la pena la visita.
El alma líquida de San Felipe: el mezcal Villasuso

A las afueras del municipio, en el Valle de San Francisco, visité la Mezcalería San Francisco, donde se produce el mezcal Villasuso, una herencia viva con más de 90 años de historia.
La familia fundadora comenzó en 1930 y ha mantenido el proceso artesanal desde entonces.
Vi cómo las piñas del agave salmiana se cocían al vapor —a diferencia de los mezcales oaxaqueños que se hornean con leña—, lo que da un sabor más herbal y limpio.
Después pasan a la fermentación natural, donde el tiempo y la temperatura hacen su trabajo, y finalmente, a la destilación lenta que define su carácter.
“La producción de mezcal artesanal requiere mucha paciencia entre la fermentación y la destilación; aquí todo se hace con respeto al agave”, me dijo Pedro Valdez, director de la mezcalería.
Mientras hacíamos la cata, varios locales entraban a comprar el llamado vino mezcal, el destilado joven sin reposar, vendido en garrafas de galón a 80 pesos el litro.
“Es para los trabajadores del campo”, me contaron, “para después de las jornadas largas”.
La mezcalería produce dos etiquetas: Lucy Pistolas, destinada al mercado de Estados Unidos (principalmente Chicago), y Villasuso, que sólo puede adquirirse en la fábrica.
San Felipe, junto con San Luis de la Paz, son las únicas localidades de Guanajuato con Denominación de Origen del Mezcal, lo que reafirma su importancia en la historia de esta bebida ancestral
Un rincón de historia viva

San Felipe también forma parte de la Ruta de la Independencia y la Ruta del Mezcal.
Aquí habitó Miguel Hidalgo, en una casa conocida como Francia Chiquita, hoy museo que conserva parte de su paso por el pueblo antes de encabezar el movimiento independentista.
Entre la fe de su gente, el aroma del comal y el espíritu mezcalero del valle, San Felipe Torres Mochas mantiene viva la esencia del México que aún se honra con trabajo, comunidad y sabor.
Entre peregrinaciones, comales y alambiques, descubrí un pueblo donde la fe no se impone, se comparte.
Donde el mezcal sabe a historia y las gorditas a hogar. Donde el alma de Guanajuato sigue latiendo firme, orgullosa y viva entre las manos de su gente.
Profesional del turismo. Fan de Ciudad de México y de los medios digitales. Disfruto mucho contar historias y reseñar hoteles. Hotelera de profesión.

